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Fe “24/7” Opción Fundamental

En general las personas tienen claros ciertos aspectos acerca de la fe y aunque en no pocos casos la identifican con la religión o distorsionan en algo su significado profundo, puede decirse que al asociarla con el creer, el esperar o el confiar se acercan notoriamente a alguno de los aspectos que una palabra tan corta pero tan profunda como la fe, tiene. Aun así, se descuida frecuentemente el carácter de opción fundamental que tiene la fe y el aporte valiosísimo que ella puede hacerle a la búsqueda de sentido de vida; así como su capacidad de comprometer la existencia, su reclamo de coherencia en el creer y el actuar y la dimensión consecuencial que viene de experimentar una adhesión a Jesucristo que reclama por sí misma unas nuevas y reales motivaciones en el obrar.

      En torno a la cuestión de si realmente se entiende hoy la fe como una opción fundamental que debe iluminar las demás opciones y dar sentido a la existencia, convirtiéndose no sólo en una bella idea sino en una praxis consecuente; vale la pena que nos preguntemos: ¿Será que realmente la fe implica la vida; implica la historia? y si es así, entonces ¿qué compromisos se adquieren al creer? y ¿puede entenderse la fe como un estilo de vida?

     Diríamos que vivir la vida en actitud de fe implica que cada dimensión y actividad, política, deportiva, laboral, académica, relacional…etc, se deje iluminar por la luz que la misma fe destella. Dejar coincidir esos valores tan significativos que le ha otorgado la fe a la vida, con las situaciones concretas de lo cotidiano y los espacios en que parece primar la soberanía del hombre y sus intereses sin dar espacio a Dios; será realmente un valiente acto de transparencia y coherencia.

       No puede ser que la fe se convierta en algo manipulable que se usa y desusa a conveniencia. No puede ser que la fe sólo tenga algo que decir en determinados espacios y tiempos establecidos. ¡No!. La fe es presencia constante. La fe es totalizante y está en capacidad de permear todos y cada uno de los momentos de la vida del creyente; mejor, la fe no sólo debe llevarse a la vida sino que la vida debe ser llevaba por la fe y desde la fe. Cuando se consigue percibir la fe como un verdadero estilo de vida, como una manera de ser y de hacer que dignifica y plenifica al hombre; no sólo se encontrará un definitivo sentido de vida, sino que espontáneamente se tomarán para si los compromisos que el creer conlleva. Y estos compromisos giran en torno a lo mismo, una fe que es vida, y si es vida, también es vida compartida, que implica a los otros y de ellos se responsabiliza.

     La fe como luz que ilumina, conlleva ver con claridad los compromisos que se adquieren al creer: El respeto a los otros, a la naturaleza y a la creación misma. La búsqueda del bien común; el ejercicio del perdón, la rectitud moral, la resiliencia, la fortaleza y la esperanza ante el sufrimiento; la confianza inquebrantable y la tarea inaplazable de la caridad. Además, la fe como solidez reclama convicción, adhesión y plena confianza en el Ser amado en quien se cree pero

“No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable” (LF 50)

Y continúa el Papa diciendo que “precisamente por su conexión con el amor (cf. Ga 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz […] La luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de mantenerse, de ser fiables y de enriquecer la vida común” (LF 51).

     La fe está en capacidad de fundamentar la totalidad de las dimensiones del hombre, iluminar cada rincón de su existencia, guiar con acierto sus pasos, dar sentido de vida y permear cada uno de sus actos en la pluralidad de las posibilidades. La fe es firmeza, solidez, “amén” que hace frente a la inestabilidad de todos los ámbitos de la vida. Y como solidez, la fe se hace apoyo y consistencia para emprender todos los proyectos. Posibilita igualmente una actitud confiada; específicamente la fe cristiana permite no sólo una aceptación de verdades que permiten saber algo de Aquel en quien se cree sino una íntima relación de amor, de confianza y de entrega; una aceptación de Jesucristo como el Señor, el Salvador; una adhesión a su Persona y un abandono total a su voluntad.

    Ver la fe como un estilo de vida, implica también reconocer en ella unos compromisos que se adquieren y sin los cuales no podría efectuarse la coherencia. Por tanto, si la fe cristiana implica no sólo un amor inmenso hacía Dios que surge primeramente de sentirse amado por él, sino también un amor que se dona al prójimo; es necesario, dándole el valor que merece el mandamiento del amor, encontrar el sentido de vida en el servicio y la entrega por los otros, en virtud del “Otro”.

      La fe no puede ser un simple accesorio que acompaña al hombre sólo por momentos y que interviene en situaciones precisas exclusivamente; ella debe acompañar e iluminar la totalidad de la existencia y la inmensa belleza de la integralidad del hombre.

      Pues bien, quien reconoce en la fe una opción fundamental que es capaz de instruirle e iluminarle en las demás opciones y situaciones de vida; experimenta no sólo la tranquilidad de saber que su vida misma adquiere sentido a la luz de su fe sino que además y de manera especial, experimenta en su ser la confianza que le lleva a abandonarse totalmente en Aquel en quien cree. Pie-Ninot (2009) en su libro La Teología Fundamental, cita a Juan Alfaro así: “La fe como opción fundamental del hombre, más que un acto o una serie de actos, es una actitud personal, fundamental y total, que imprime una orientación nueva y definitiva a la existencia”p.209.

      La fe debe ser asumida como un auténtico estilo de vida; como una manera de vivir, por tanto hay que superar las intermitencias en el actuar desde la fe. Se busca en efecto, una sana constancia en el modus vivendi en virtud de la fe que está llamada a ser “fe 24/7”, entendiendo esta expresión como una fe del todo y por todo. También se concibe la fe como una realidad que implica la existencia de manera esencial, que implica la historia como su lugar de acción y que compromete, por razón de su misma naturaleza. La fe a diferencia de la religión, no está tan expresamente condicionada por la cultura; la fe es mucho más libre y por su carácter de opción fundamental, como hemos dicho, transversaliza, fundamenta y da sentido a la totalidad de la vida. El compromiso consecuente con relación a la fe, surge de la realidad del amor que se dona, pues testificar la fe en Jesús, es también asumir su vida y obra. El llamado constante será a seguir los pasos de Aquel que por amor “dio la vida por sus amigos” (Jn 15, 13) y también por sus enemigos. Monserrat (1974) en su libro Nuestra Fe, puede aportarnos a nuestra reflexión con lo siguiente:

“Dios se ha dado, pues, al hombre, y, por ello, el cristiano solo es plenamente tal, cuando es totalmente para los demás: cuando su existencia es un total salir de sí para el bien del hermano” p.256

Camilo Castaño Castaño

I Teología

 

Bibliografía

Monserrat, J. (1974) Nuestra Fe. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Papa Francisco. (2013) Carta Encíclica Lumen Fidei.

Pie-Ninot, S. (2009 La Teología Fundamental. Salamanca: Secretariado Trinitario