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Sé feliz, supera tu vanidad

Qohelet y los postmilenials.

Los jóvenes  que han nacido entre 1995 y 2010 son conocidos como los postmilenials, puesto que fácilmente se adaptan a los cambios y son testigos de cómo el mundo se ha transformado por la técnica y la tecnología. Esta generación está caracterizada por la hiperconexión, por la necesidad de autoexpresarse, por el interés a las cuestiones sociales, políticas y culturales, por el deseo de la inmediatez y por la búsqueda de nuevas experiencias.

Una de sus mayores virtudes es el dominio del mundo virtual, que los lleva abrir su cosmovisión, a pensar, actuar y ser diferentes. Y esta diferencia, lleva a que los posmilenials luchen ante las injusticias sociales, y aspiren a un mundo más humano.

Somos una generación más de las tantas que han pasado en la historia y que han querido cambiar el mundo o en su propósito mejorarlo, Qohélet decía: “una generación va, otra generación viene pero la tierra permanece” (1,4) y sí, ésta es una generación más de tantas que han pasado en la historia de la humanidad, pero es una generación con características que la hacen única; como por ejemplo: la crítica ante las cuestiones políticas, la conciencia ambiental bien formada, la preocupación ante la salud “cultura fitness” (deporte, dietas saludables…), la formación cultural amplia donde se asume fácilmente el criterio de “diversidad”; esto lo vemos en la gran variedad de grupos que se forman en las ciudades (emos, góticos, gamers, frikis, ambientalistas…), frutos de un mundo que es diferente, frutos que no son fácilmente comprendidos, ni por las generaciones pasadas ni por la misma generación posmilenial.

No obstante, todo lo que identifica a esta generación  puede tornarse pura vanidad; puesto que nuestro potencial no lo empleamos para hacer el mundo más humano o más justo, si no para saciar nuestro deseo narcisista o nuestro espíritu egocéntrico. Tal vez el joven posmilenial se ha quedado en buenos ideales filantrópicos o altruistas, o se ha dejado alienar por la cultura de la globalización, que plantea vivir la existencia, bajo los criterios de uso – desuso (aplicándolo tanto a las personas como a las cosas), buscándose el propio bienestar, sintiéndose bien a cualquier costo y lo más importante haciendo que los otros vean que se siente bien, en conclusión todo esto es vanidad.

Mostrar un rol fuerte o un status superior ante el otro, es una prioridad para el posmilenial, ejemplo de ello son las redes sociales: Facebook, aquí nos enteramos de lo que sucede en el mundo, elegimos nuestros amigos, les damos un like, o un me asombra o un me enoja, manifestamos nuestros sentimientos (felicidad, tristeza, emoción…) queriendo ser tenido en cuenta, o también nos volvemos jueces (comentamos, compartimos y hasta etiquetamos), porque mi opinión cuenta; o en Instagram, es esta app mostramos lo que queremos, no lo que somos, de ahí que empleemos filtros, marcos, efectos… porque necesito verme bien y necesito que la gente sepa que estoy bien; también nos encanta estar conectados con el otro por medio de una app, y en este campo hay gran variedad, WhatsApp por ejemplo: es una gran herramienta, pero que ha hecho perder la intimidad de bastantes jóvenes, ejemplo de ello los estados, además ha creado la interacción virtual,  si este me fastidia mucho lo dejo en visto, lo silencio, lo bloqueo o lo elimino, creando amistades o enemistades de pantalla. Básicamente sumergidos en la cultura del empaque, y esta es pura vanidad.

Pero este estilo de vida para el joven actual no logra satisfacerlo plenamente, es consciente de que no está bien. Su deseo de superación muchas veces se ve frustrado, especialmente porque desea todo inmediatamente, quiere la felicidad pero no la alcanza. Ve su vida como una rutina, pierde el sentido, descubre que todo es fatiga; y que por más que haga, todo sigue igual, cae en un pesimismo que no lo deja ser libre, no lo deja ser feliz.

Básicamente en palabras de  Qohélet “todo cansa, nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír” (1,8) y este cansancio nos lleva a querer experimentar cosas nuevas, pensando que en la variedad está el placer, y este principio lo aplicamos para todo, generándonos necesidades, como: comprar cosas nuevas, conocer lugares o personas distintas, dado que me canso de tener el mismo celular, la misma ropa, comer lo mismo, ir al mismo lado, hacer siempre lo mismo, hablar con los mismos… y empezamos a crearnos mundos alternos (donde mi Yo se sienta bien) podemos decir que nos volvemos autistas para nuestra conveniencia, felicidad es solamente la ausencia de dolor, y terminamos en un hedonismo en el que priorizamos el valor del placer a todo costo.

La vanidad: es la descripción de la fragilidad humana, que evoca lo ilusorio de las cosas y las decepciones que le provoca al hombre, es el vaho o el aliento del desencanto, que genera sufrimiento. Es vivir en el absurdo, el sin sentido, es quedarse en las cosas contingentes e innecesarias. Sería ir a cazar el viento, contar la arena del mar, medir a puñados el mar,  la vanidad es en sí lo irracional, lo descabellado, el disparate del mundo.

Nosotros los jóvenes posmileniales cristianos, estamos llamados como manifestó su santidad Francisco en la JMJ de Río; “luchar contra la corriente”, no podemos hacer lo mismo que hace la gran mayoría (vivir en el facilismo, en el consumismo desenfrenado, en la adicción al celular, al alcohol, al sexo…) debemos ser diferentes vivir un estilo de vida diferente. Debemos superar la vanidad alejarnos de ella que sólo nos lleva a la vanagloria, a la prepotencia, a la soberbia, al orgullo, salirnos de nuestras estructuras que nos hacen encerrarnos en nosotros mismos (que no nos permiten abrirnos al otro ni a Dios), superar la vanidad es desacomodarnos.

La vanidad nos lleva a acomodarnos como decía el Papa en Cracovia: “en un sofá estando tranquilos y seguros, encerrados en nosotros mismo, sin fatigarnos ni preocuparnos por nada… ¿quieren ser jóvenes adormecidos, embobados, atontados? ¿Quieren ser libres? ¿Quieren ser felices?”. La felicidad no es compatible con la vanidad. Tomemos la actitud San Pablo que se cayó de la superestructura de su vanidad (todo lo que era, se vino al suelo [proyecto, ideales] y emprendió desde su nada la búsqueda por el TODO), dejemos a un lado nuestra vanidad que nos hace gloriarnos en nosotros mismo y más bien gloriémonos en el Señor.

 

Por Gustavo A. Morales S.
Seminarista I de Teología